¿ Será mejor la salud pública tras la COVID-19 ?

La sociedad merece y nos exige mejoras evidentes en el campo de la salud pública.

Un reciente artículo publicado en Gaceta Sanitaria, elaboraba esta pregunta. A pesar de no ser epidemiólogo ni salubrista sino clínico de origen, he tenido la especial fortuna de haber trabajado durante bastantes años con expertos en Epidemiología, Salud Pública y Administración Sanitaria. Confío en haber aprendido algo con ellos. Este comentario personal, es pertinente, creo, porque puedo hacer una lectura desde fuera, evitando la mirada de un especialista formal en estos temas, y soslayando una hipotética visión corporativa de mis supuestos pares. Ojalá nos diésemos cuenta, individual y colectivamente, de la pesada carga de nuestros juicios sesgados, a veces también interesados.

Coincido en su totalidad con las reflexiones y opiniones de los editorialistas. Hacen un ejercicio muy sano de análisis sobre qué ha fallado en la salud pública y por qué razón, desde la perspectiva de las tareas y responsabilidades de unos especialistas y profesionales que son absolutamente claves en relación con la gestión de la pandemia de COVID-19. Esta desgraciada pandemia debe ser un revulsivo, una oportunidad de revisión crítica, un acicate, para que al menos en nuestro entorno (local, de CC.AA, de estado y necesariamente de la U.E.) cambiemos muchas cosas sobre la visión, la formación, las responsabilidades, las tareas y actividades, los instrumentos, las formas de trabajo y por supuesto la financiación, de la salud pública.

Querría simplemente reforzar algunos aspectos, a destacar:

El acertado énfasis del editorial al referirse a la “comunidad de salud pública”. Las tareas de la salud pública son muy amplias y exceden, obviamente, a las de los propios especialistas de esta disciplina. Sólo pensar en algunos temas nucleares, como los “determinantes sociales de la salud”, la “salud en todas las políticas”, o la apuesta por la “salud comunitaria” y otros tantos con gran contenido estratégico, nos lleva a aflorar la necesidad absoluta de un esfuerzo colectivo, mayor del que habitualmente reconocemos o impulsamos. ¿Hay una mínima hibridación de la salud pública con la biomedicina y las ciencias sociales? La visión de “Una Salud” o una “Única Salud” (One Health), puesta de manifiesto de nuevo claramente por la COVID-19, primando una aproximación ecosistémica de la salud, obligada en las zoonosis, también es adecuada para las enfermedades no-transmisibles. ¿Estamos dispuestos a estudiarla y apoyarla?

La formación en salud pública. Es esencial revisar el curriculum docente, por supuesto no solo de los grados de las carreras sanitarias sino también en los programas de los especialistas médicos en formación. Es imprescindible para éstos un núcleo docente dedicado al menos a los rudimentos de la salud pública; más aún cuando vivimos el predominio hospitalario de los “superespecialistas médicos y quirúrgicos”. ¿Cuánto hay que esperar para que los estudiantes y los residentes tenga una mínima perspectiva integradora de la salud y la enfermedad, del ciudadano y de la sociedad?

La investigación en salud pública. Por supuesto ninguna objeción a las carreras académicas en esta materia, pero es preciso hacer un gran énfasis en la prioridad de las actividades aplicadas. Generar conocimientos sobre los resultados de los programas, estrategias y políticas es esencial. Las evaluaciones son la gran tarea pendiente. La meta de la “investigación para la acción”, ¿en qué grado es efectiva?

Salud comunitaria. La visión de una atención sanitaria integrada, por una parte, con un fin curativo individual (diagnóstico, terapéutico, rehabilitador) y por otro con un objetivo preventivo y de promoción de la salud en un contexto comunitario, muy propio de la atención primaria, no deja de ser un desiderátum inalcanzable.

Conexión entre la asistencia y la salud pública. El objetivo de trabajar por una salud integrada como la referida, no debe ser, en absoluto, exclusivo de los especialistas de medicina de familia y comunitaria. Sin perder el prioritario objetivo de los cuidados individuales, propio de los clínicos, cirujanos y otros especialistas, las oportunidades para llevar a cabo intervenciones preventivas y de promoción de la salud en el marco asistencial son abrumadoras, pero se olvidan, no se aprovechan, se estiman de escasa importancia y, cuando se tienen en cuenta, se realizan de forma errática y no sistemática. El marco asistencial provee multitud de situaciones que requieren romper con esta dicotomía artificial. Es el clínico quien provee numeradores (casos) y el epidemiólogo el que busca los denominadores; pues bien, esta “cercanía matemática” de un simple quebrado, pudiera ser un símbolo para trabajar más conectados y aprender unos de otros. ¿Romperemos las barreras entre la medicina y la salud pública?

La sociedad merece y nos exige mejoras evidentes en el campo de la salud pública. La comunidad de los que creemos en la necesidad de una salud pública potente –ahora sí me siento parte de ella- debe rendir cuentas de ello. Aprovechemos esta oportunidad única que se nos brinda. Muchas gracias, Ildefonso y Ana, por el coraje de promover este ejercicio de debate y de autocrítica en un momento que claramente lo requiere.

 

Autor: Luis Guerra. Ex-Director de la Escuela Nacional de Sanidad. Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en Medicina Interna, Medicina Intensiva y Enfermedades Infecciosas. Fue Consejero técnico del Ministerio de Sanidad y Sudbirector de docencia e investigación del Hospital Ramón y Cajal y también fue el primer Director de la «Fundación para la Investigación Biomédica del Hospital Universitario Ramón y Cajal.