Estos días se cumplen treinta años de la publicación de la carta de Ottawa[1] que recogía las recomendaciones de la primera conferencia internacional de promoción de la salud, entre las cuales, además de instar al empoderamiento (emancipación) de las personas para que asumieran el control de los determinantes de su propia salud, se destacaba la necesidad de reorientar los servicios sanitarios, en el sentido, entre otros, de “crear vías de comunicación entre el sector sanitario y los sectores sociales, políticos y económicos”.
Lo cierto es que el espectacular progreso de la medicina se ha visto acompañado de un notorio incremento de la iatrogenia, de modo que los efectos adversos sobre la salud que son atribuibles a las intervenciones sanitarias constituyen un problema de salud pública relevante[2]. Lo cual no es únicamente consecuencia de errores y negligencias sino de un modelo asistencial consumista que medicaliza inadecuadamente muchas situaciones que no son patológicas y que, por ello, tampoco tienen soluciones médicas, por lo que generan intervenciones impertinentes que causan más daño que bien y despilfarran recursos.
La tentación de actuar médicamente frente a problemas no médicos es comprensible, sobre todo porque el estrés a menudo acaba provocando una ansiedad nada confortable. Pero a poco que lo pensemos, se trata de una señal que nos advierte de algún peligro o amenaza frente al que conviene reaccionar para solucionarlo: la pérdida del trabajo, el desahucio de la vivienda, la soledad, etc. Sin embargo la prescripción de ansiolíticos – que en casos extremos puede resultar beneficiosa—no resuelve la causa de la incomodidad sino que incluso la puede agravar, al enmascarar el desasosiego. Como dice Michael Marmot citando a Geoffrey Rose «if the major determinants of health are social, so must be the remedies»
La salud pública, entendida no solo como un dispositivo del sistema sanitario (que en España es muy marginal), sino como el conjunto de las intervenciones de múltiples sectores de la sociedad, incluidas las administraciones públicas responsables de la seguridad vial, de la seguridad alimentaria, de la seguridad ambiental, etc. tradicionalmente ha reivindicado este abordaje que últimamente incluye la perspectiva salutogénica, que interpreta la salud en positivo, más allá de la ausencia de enfermedad y, por ello, se preocupa por identificar los factores, agentes y escenarios asociados a la generación de la salud, literalmente sus determinantes , más que los de las enfermedades, aunque a veces coincidan.
La medicina, que es el eje de la asistencia sanitaria, tampoco ha sido totalmente ajena a la influencia de la dimensión colectiva sobre la salud de las personas y de las comunidades, a pesar de las reticencias de aquellos para los que el paradigma biológico culmina las explicaciones científicas de la patología. No son desdeñables las aportaciones de los clínicos a la medicina social ni desde luego las iniciativas de gentes que como Sidney y Emily Clark en el territorio zulú de Polela en Sudáfrica desarrollaron una atención (primaria) orientada a la comunidad[3]. Lo que generó el movimiento conocido como APOC[4], el modelo vertebrador del Programa de Actividades Comunitarias en Atención Primaria (PACAP) de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria.
Un programa que tiene su equivalente en Cataluña con AUPA (Actuando Unidos Para la sAlud) si bien en este caso se trata de una red de centros en lugar de un conjunto de intervenciones. Una red que agrupa ya casi a la cuarta parte de la atención primaria pública y que ha jugado un papel decisivo en la creación del proyecto COMSalut (Comunidad y Salud) que viene a ser el comienzo de la materialización del compromiso de la sanidad con el planteamiento de “Salud en todas las Políticas” o como reclamaba la carta de Ottawa, con el establecimiento de políticas públicas saludables. Política que necesita de la leal colaboración entre la salud pública y la atención sanitaria.
Precisamente estos días se va a celebrar en Zaragoza el XVIII encuentro PACAP (www.semfyc.es/pacap2016 ) que además de sus actividades regulares, como explica el video (http://semfyc.eventszone.net/pacap2016/) acogerá una reunión de la Alianza de la Salud Comunitaria, que agrupa a instituciones administrativas, académicas y profesionales en la que participa SESPAS y que a iniciativa de la sanidad asturiana se constituyó en 2013[5] con el propósito de desarrollar conjuntamente una red española de actividades comunitarias en salud que permita compartir experiencias, métodos y procedimientos, además de atraer otras redes de ámbito nacional o internacional y promover sinergias.
Gaceta quiere manifestar su compromiso en este proceso y su aspiración a convertirse en vehículo de discusiones, metodologías y experiencias en salud comunitaria, mediante la proclamación de una estrategia que se hará pública en breve.
Ya decía el poeta que “diverses son les parles i diversos els homes i convindran molts noms a un sol amor” [6] aunque unos lo denominemos salud pública y otros salud comunitaria.
Andreu Segura. Editor responsable de la estrategia de Salud Comunitaria. Gaceta Sanitaria
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[1] Carta de Ottawa: http://www1.paho.org/spanish/HPP/OttawaCharterSp.pdf
[2] Makary M, Daniel M. Medical error- the third leading cause of death in the US. BMJ 2016;353:i2139 doi: 10.1136/bmj.i2139 (Published 3 May 2016)
[3] Susser M. Pioneering community oriented-primary care. Public Health Classics: Butlletin of the World Health organization, 1999; 77: 436-8. (http://www.who.int/bulletin/archives/77(5)436.pdf)
[4] Gofin J. Classics on Social Medicine. In “A practice of social medicine” by Sidney and Emily Kark. Social Medicine 2006; 1: 107-15.
[5] (https://jornadasaludcomunitaria.wordpress.com/alianza-de-salud-comunitaria/)
[6] Espriu S. La pell de brau. XXX http://lletra.uoc.edu/especials/folch/espriu.htm